jueves, 20 de abril de 2017

Crag

Recuerdo estar en su habitación. Las paredes estaban pintadas de rosa, al igual que las puertas corredizas de su closet, sabanas, peluches, y su televisor. Incluso el techo estaba pintado de este color. Esa escena me revolvió un poco el estomago, pero valía la pena. Por su puesto, estaba allí esperando mientras ella iba a la cocina a buscar otra botella de vino. Era un vino francés, tenia un nombre el cual ninguno de los dos pudimos pronunciar de manera correcta. Eso nos causó mucha gracia. De hecho, todo nos daba risa esa tarde. Aquella canción de Ricardo Montaner dejo de parecerme estúpida luego de eso. O tal vez yo me había vuelto estúpido, y no lo había notado…
Mas temprano ese día, estuvimos esperando nuestra clase de inglés en la universidad, y por una extraña razón que no entendimos, el profesor nunca llegó. Mencionaron algo acerca de que estaba varado en el tráfico debido a que alguna calle estaba cerrada. Era nuestro primer año de derecho, era obvio que algo como esto nos iba a causar cierta alegría. Como cuando estábamos en bachillerato y aprovechábamos las faltas de los profesores para ir a beber o hacer alguna estupidez por ahí. Ella me comentó que su casa estaría sola todo el día, debido a que su papá estaba trabajando en la capital esa semana. Su papá era de temer. En otras circunstancias no hubiese aceptado, pero al saber que podíamos ir a pasar el rato sin ningún problema porque el no estaba, acepté. Vivía muy cerca de allí por lo que llegamos en menos de cinco minutos. Nos acomodamos en el comedor, y empezamos fumar los habanos que había en su cocina, y a beber el vino que tanto dinero había costado. Eso no le importaba a ella. Esta no era primera vez que ella hacia algo así, se podía notar por la naturalidad con la que actuaba. No quiero ser mal interpretado, no me molestaba. Al contario, eso me parecía excelente. Era un departamento pequeño, pero se notaba el poder adquisitivo que tenia su familia. Cada cosa por más minúscula que fuese parecía costar una fortuna. Todo era de color blanco, a excepción de las cortinas azules en sus ventanas, y de algún cojín en el juego de muebles que estaba en su sala, del color de las cortinas. No imaginaba que hacían viviendo en un lugar tan pequeño. Tal vez habían quedado atorados allí temporalmente. Estoy seguro que podrían vivir en algún lugar mucho más grande de haber querido, pero sin embargo allí estaban. Después de un rato, le comenté que debíamos escuchar música. Su respuesta, luego de una sonrisa, fue que la música solo se oía en su cuarto, porque allí es donde estaba el reproductor. Así que movimos nuestro encuentro hasta allá. Seguimos bebiendo, fumando, y riendo de camino por el pasillo hasta su cuarto. Al entrar, fue como si entrase a una burbuja. Una burbuja rosa de cristal. Una burbuja de felicidad. No teníamos conexión alguna con el mundo exterior. No la necesitábamos. Apague mi teléfono, y le quite el suyo para ponerlo en modo silencioso. Ella rio, porque sabia lo que estaba por suceder. Yo reí también, porque noté que ella estaba lista para que sucediera. Estando en su cuarto seguimos con la plática y las risas. Escuchamos mucha música, hablamos de muchas cosas, y bebimos mucho mas vino. Me enseñó sus objetos preferidos, los que había obtenido en sus viajes por el mundo. Me enseñó también, todos los regalos que le habían dado sus pretendientes. Sacó un álbum de fotos y empezó a comentarme sobre su mamá, y cuanto la extrañaba. Su madre vivía en Marbella, y ella una vez cada dos años iba a visitarla para pasar sus vacaciones juntas. Por supuesto en el álbum de fotos estaban todos esos recuerdos plasmados. Lloraba mientras me contaba todo esto, pero sin embargo, eso no parecía dañar el ambiente de felicidad que había en esa habitación. Reía incluso mientras lloraba. Era perfecta. Sentí que este era el momento indicado. Apague la luz del cuarto, y empezamos a besarnos. Comenzó a quitarme la ropa, y yo a quitarle la de ella. Hacíamos movimientos muy suaves. Como si estuviésemos bailando. Luego lo hicimos con la mayor pasión con la que nuestros cuerpos toleraban hacerlo. Estábamos increíblemente sincronizados para ser la primera vez que pasaba (Tal vez porque nuestro preámbulo había tardado más de lo que ambos hubiésemos deseado. Hacia ya más de tres meses que queríamos que pasara, pero por alguna razón, siempre se complicaban las cosas). Sudábamos y a los segundos se evaporaba. El aire acondicionado estaba a quince grados pero nosotros estábamos a cuarenta. Estábamos que echábamos humo. Al terminar, solo cerró los ojos y dijo algo en voz tan baja que no pude escuchar nada. Pero no pregunté. Solo la miré, sonreí, y asentí. Cualquier estupidez que yo dijera podía dañar tan buen momento. Así que lo pase por alto. Fue una de las mejores experiencias de mi vida. La burbuja se hizo incluso aun más fuerte en ese momento cuando ella estaba dormida en mi pecho, mientras las melodías aun salían del reproductor. Era alguna canción romántica que había entre toda la música que ella tenía. La guitarra que sonaba tenia rasgueos parecidos a los que se escuchan en la bossa nova, así que me gustó. O tal vez era uno de los efectos secundarios de estar en esa burbuja. Como ya dije, creo que me estaba volviendo estúpido. O empezaba a tolerar esas canciones pop románticas que suelo odiar normalmente. Estaba como en una nube, pero no pude dormir. Solo la observaba, y cada tanto le daba un beso para ver como sonreía. Seguimos este patrón unas dos veces más. Lo hacíamos, luego ella dormía. Escuchábamos  más música, y volvíamos a hacerlo. Hasta que en un momento la pantalla de su teléfono se encendió por alguna llamada que le estaba llegando, y alumbró todo el cuarto que hasta ese momento había estado casi a oscuras. La única luz que nos permitía ver, era la luz de la calle que se colaba por la persiana de su ventana. En el momento que ella atendió esa llamada, la burbuja explotó. Incluso creí oír el sonido que hacen los cristales al romperse. Todo paso de ser rosa, a gris. Su cara paso de estar extasiada, a confundida. La llamada no duro más de cuarenta segundos, pero estos fueron suficientes para dañar el momento. Al colgar me contó que su papá iba de camino para allá. Lo cual era sumamente raro, porque se suponía el estaba en Caracas. También dijo que al hablar con el lo noto muy agitado, que hasta se podía escuchar la preocupación en su voz. Debía irme cuanto antes. Me vestí lo más rápido que pude, pensé que tal vez algún vecino que me había visto entrar podía haberlo llamado, y venia a matarme. El tipo me odiaba. Media casi un metro noventa. Y su cara tenía una expresión de disgusto todo el tiempo. O al menos cuando yo estaba cerca. Las únicas veces que logré verlo sonreír, o que no me miraba como si quisiera que un rayo saliera de sus ojos y me atravesara el corazón, era cuando estaba junto a ella. Su preciada hija era todo para el. Por eso no la dejaba ir a vivir a Marbella con su mamá. La amaba demasiado. Recordar eso hizo que se alimentara la idea de que este maldito venia por mi, así que empezamos a bajar las escaleras del edificio mientras encendía mi teléfono para llamar a un taxi que conocía desde hacia años. Ni siquiera llame a la línea para la que el trabajaba, lo llame a su teléfono personal. Por lo que estaría allí en unos minutos. Éramos casi amigos. No había mirado mi reloj ni una vez desde que entré a esa habitación por lo distraído que estuve. No había notado lo tarde que era. Al llegar al estacionamiento pudimos ver entre las rejas que daban a la calle a personas corriendo. Se escuchaban gritos, llanto, disparos, y carros acelerando. Recuerdo haber percibido algo en el aire esa noche. Una sensación que hasta el día de hoy no puedo explicar. No entendíamos nada de lo que pasaba. Una voz desde alguno de los apartamentos de arriba nos gritó que debíamos escondernos, y le hicimos caso. Nos sentamos tras un carro color gris que estaba estacionado frente a la entrada. Era todo muy confuso. Esperamos allí hasta que recibí una llamada del taxista. Me despedí con un beso en su mejilla, y me fui. En los diez segundos que camine desde el estacionamiento hasta la calle donde estaba el taxi esperando, pude ver a lo lejos dos tanquetas entrando a una calle, y luego humo saliendo de esta. En ese momento tuve una idea de lo que estaba pasando. Volteé a ver si ella estaba mirándome como siempre hacía cuando me iba de algún lugar, y ya estaba subiendo las escaleras para ir a su piso. Entré al carro y le pregunté al taxista sobre lo que pasaba. El comenzó el relato explicándome que de no haber sido yo quien lo hubiese llamado, no hubiese salido de su casa ni porque le pagaran todo el dinero del mundo. Era muy peligroso…

A la mañana siguiente estaba buscando entre los canales de televisión algún reportaje sobre lo que había pasado la noche anterior, y recuerdo sentirme en una especie de shock. No había nada. En los canales mas famosos, que deberían haber sido los mas entregados a dar esta noticia ya que son los portales informativos mas grandes de el país, solo habían telenovelas. Los canales más pequeños, según me contó mi papá habían dado un pequeño reportaje sobre las protestas, pero en ningún momento se hablo con detalles. Sintonicé la radio, solo se oían locutores que nadie conocía hablando temas que a nadie le importaban. Incluso, no estaban aceptando las usuales llamadas de los oyentes. Querían asegurarse  que nadie hablara sobre el tema. Intente averiguar leyendo los periódicos del día, y era la misma historia. En fin, nada. Así que acudí al único medio informativo que no podía ser censurado. Fui a mi computadora y leí las reseñas y comentarios de personas en internet. Había fotos de calles llenas de sangre. Personas de la tercera edad cubiertos de heridas llorando frente a cuerpos de la milicia. Grupos de jóvenes llevando en sus hombros a heridos para que los atendiesen. Era una escena triste. Triste, y escalofriante. Era increíble que eso estuviese pasando aquí. Era increíble que todo eso estuviese pasando, y ningún canal de televisión estuviese haciendo alarme de esto. Parecían fotos de alguna guerra. No era otra protesta de alguna universidad pública. Eran ciudadanos desarmados contra agentes del gobierno. Era el país entero dividido en dos. Entendí que fue eso lo que escuché quebrarse esa noche. Nuestro país. Y no la burbuja en la que estaba ese día como pensé, (Aun cuando después de eso nada volvió a ser igual con ella). Entendí también que era lo que había en el aire cuando salí de ese edificio; tristeza, desespero, paranoia, miedo. Estaba en el aire, y era palpable. El doce de febrero de dos mil catorce será un día que quedará plasmado en la historia de Venezuela. Dos jóvenes y un señor murieron por enfrentamientos con la guardia nacional, sin contar la cantidad incalculable de heridos y desaparecidos. A demás de esto, cientos de estudiantes fueron llevados a cárceles arbitrariamente, solo por ejercer su derecho a protestar.
Me sentí enfermo. Sentí asco de mí en ese momento. Miles de personas en todo el país habían estado pasando el peor día de todas sus vidas, mientras yo estaba  pasando uno de los mejores de la mía.


martes, 11 de abril de 2017


Acostado boca abajo, casi dormido. Cansado por lo largo de este día. El único ruido que habita esta casa es el de un teclado que no cesa. La única luz que hace acto de presencia es la del computador que esta frente a tu cara ya cansada también. Cada tanto dices algunas palabras referentes a la canción que escuchas con tus audífonos, o como queja por todo el trabajo que minutos después caerás en cuenta no vas a terminar esta noche. Ya es tarde. Yo solo quiero que te acuestes a mi lado y te duermas. Al menos unos minutos antes que el despertador suene. Al menos mientras aun podemos. Al menos mientras estas, tal vez este sea nuestro último domingo. Contigo nunca se sabe, conmigo ya no sé. Nunca estamos de acuerdo. En lo único que estamos de acuerdo es en que discrepamos de todo. Si quiero saber qué color podría gustarte solo debo pensar en el que a mí me disguste. Si quiero saber que película podrías amar busco aquella que yo no pueda ni terminar de ver. Cualquiera podría reír si esto último contara, pero no es un chiste. Es la verdad. Tu eres colores pasteles y yo una paleta de grises. Tu tan Pretty Woman y yo tan Memento. Odio las frases trilladas pero tu y yo somos la mas cliché. Opuestos que se atraen. Personas que no tienen nada en común y aun así tienen años conociéndose y llevándose bien. Somos arte abstracto y difícil. Incomprensible, impredecible, inexplicable, inconcebible, incognoscible, inescrutable, ilegible, sibilino poco común y destacado. Somos un cuadro de Pollock, un hard-bop de Mingus, un poema de Góngora, una escultura de Tasset, una película de Kubrick. Somos lluvia sin nubes, un arcoíris de fuego, playa de agua dulce, nieve en agosto, un rio sin piedras. Somos un conglomerado de contradicciones que llevan a un resultado correcto. Somos una incongruencia con sentido. Sencillamente somos y seremos. No puedo huir de eso. No puedo huir de ti.

Terminaste.


Ven. 

Buenas noches.