miércoles, 31 de agosto de 2016

3001.


El momento que mas aprecio en el día está cuando el sol sale o se esconde. A primera hora se logra ver como el sol regresa de su descanso, como nuevo, a llenar de luz la ciudad que se había acostumbrado tanto a la oscuridad que incluso cuando este se asoma, el cielo tiene un color tenue entre el oscuro que había abundado toda la noche y el azul claro que reina en el día. Como cuando observamos desde algún aeroplano o helicóptero el río Orinoco desembocar con el mar atlántico; un cruce de ambos. Una maravilla. 

Pequeños placeres de la vida, y recibir el frío de la noche al mismo tiempo que el calor y la luz de el día. Algo parecido a su opuesto, el ocaso; Cuando el sol ya cansado se va para así traer la oscuridad.

(Monumento al sol naciente. Barquisimeto - Venezuela)
Me atrevo a decir, que vivo en una de las ciudades mas afortunadas del mundo, puesto a que aquí se pueden apreciar los mejores crepúsculos que alguien haya podido observar. Me crie viendo al final de la tarde el cielo abrumado de colores variantes. Algunas veces amarillo, anaranjado, otras veces violeta e incluso rosa. Los edificios llenos de vidrios en sus ventanas que funcionan a esta hora como espejos para que quienes están caminando en la calle puedan ver tal maravilla reflejada en todas partes. Todos saben que este es el mejor lugar para observar ocasos si estas en Venezuela. Tanto así, que Cruz Diez, conocido por su obra “La cromointerferencia”, nos regalo un monumento dedicado a esto en 1989.


El estado entero es así. Un pedazo de tierra plagado de buenos momentos como observar los crepúsculos, y lugares perfectos como este.

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